El Cuerpo, el Ego y el Alma: Recordando Quién Va al Volante
Lo divino no está en algún lugar lejano—vive dentro de nosotros. Desde símbolos ancestrales hasta estatuas sagradas, la humanidad siempre ha intentado recordar esta verdad: No estamos separados de la Vida… somos la Vida, en movimiento. Cuando honramos al cuerpo, escuchamos al ego y nos alineamos con el alma, permitimos que lo divino se exprese por completo a través de nuestra forma humana.
PSICOLOGÍAHUMANIDADCONCIENCIA
5/28/20252 min leer
El Cuerpo, el Ego y el Alma: Recordando Quién Va al Volante
Con el tiempo, me he dado cuenta de algo que ha cambiado la forma en que camino por la vida: Mi cuerpo tiene su propia identidad. No es solo un recipiente—es un ser, una conciencia, un compañero. Y en esa relación, entendí algo muy profundo:
El ego no es mi alma. Ni siquiera es mi mente. Es el representante de mi cuerpo.
El ego habla por el cuerpo. Protege sus necesidades, sus miedos, sus impulsos. Reacciona rápido porque el cuerpo ha evolucionado para sobrevivir. Eso no lo hace malo. Eso lo hace leal. Pero también significa que no puede estar al mando de todo.
Intentar “matar” al ego es, en muchos sentidos, como querer amputarte tu propia humanidad. Es una mala interpretación. El trabajo no es eliminarlo, sino escucharlo, manejarlo y responderle desde nuestros valores y sabiduría interior. No reaccionar, sino responder con claridad.
La Máscara de la Persona
Esto me lleva al tema de la identidad. La persona—la “máscara” que usamos—es simplemente el personaje que representamos según el contexto. Actuamos diferente en el trabajo, con la familia o a solas. Eso no es falso—es adaptativo. El problema empieza cuando olvidamos quién está debajo de la máscara.
Muchas veces el ego agarra el volante. Comienza a actuar como si fuera el alma. Nos empuja a rendir más, hacer más, demostrar más. Se olvida de los límites del cuerpo humano y, en lugar de trabajar en armonía con la Vida, intenta dominarla. Quiere ser un superhéroe.
Pero no vinimos a ser superhéroes. No estamos aquí para escapar del cuerpo ni para trascender la humanidad. Estamos aquí para ser plenamente humanos—habitar este traje, pero sin perdernos en él.
El Camino de Regreso
Lo que hace falta es volver a la alineación. Que el alma tome el volante, con el ego como copiloto—escuchado, respetado, pero no en control. Honrar al cuerpo como un aliado sagrado—cansado, sensible, hambriento, pero vivo y real. Recordar que la identidad es fluida, y que la única verdad que permanece es que somos la Vida expresándose, momento a momento.
No intentemos dividirnos en partes en nombre del “despertar espiritual”. Mejor volvamos a unirnos—cuerpo, ego y alma—y caminemos como uno solo.
Porque el verdadero despertar no está por encima del cuerpo—está dentro de él.
