La Fractura Original – El Trauma y el Nacimiento de la Persona

Blog post publicación explora cómo la persona—esa máscara social que usamos—no nace del ego ni de la vanidad, sino como una respuesta necesaria al trauma del desarrollo en la primera infancia. Desde el nacimiento, nuestro sistema nervioso aprende a adaptarse para sobrevivir, moldeando nuestra identidad en torno a la seguridad y la aceptación. Con el tiempo, esas capas de protección se vuelven roles que nos desconectan de nuestra esencia verdadera. Este artículo invita a ver la persona no como un enemigo, sino como una señal—una invitación a sanar y a reconectar con el ser profundo y auténtico que vive debajo del acto.ption.

HUMANIDADPSICOLOGÍA

6/11/20252 min leer

Todo ser humano nace vulnerable—desnudo, dependiente y con un sistema nervioso que busca sobrevivir a través de la conexión. Pero esa misma necesidad biológica de sentirse seguro es lo que da origen a nuestros primeros sacrificios. El cuerpo aprende rápido: qué es aceptado, qué atrae amor y qué causa rechazo. Desde estas primeras experiencias nace la persona—no como un error, sino como una forma de protegerse.

El nacimiento en sí es una ruptura: del agua al aire, de la unidad a la separación. Aun teniendo cuidadores amorosos, el ruido, la luz, el hambre y el frío son experiencias que pueden sacudir el cuerpo en desarrollo. Con el tiempo, estas vivencias se convierten en lo que terapeutas somáticos llaman trauma del desarrollo—una forma invisible de moldear la identidad para sentirse a salvo.

  • Un bebé aprende a reprimir sus emociones para no perder la conexión.

  • Un niño pequeño sonríe o se queda callado según recibe aplauso o regaño.

  • Un infante empieza a adoptar roles: el que ayuda, el que obedece, el que no estorba.

El cuerpo guarda memoria. La amígdala, el nervio vago y todo el sistema del estrés registran el peligro emocional antes de que tengamos palabras. Así, el sistema nervioso crea la persona como estrategia de protección:

  • Para ser visto sin ser rechazado.

  • Para pertenecer sin mostrar demasiada verdad.

  • Para controlar emociones y sentirse seguro.

Esto no quiere decir que estamos rotos. Solo quiere decir que somos humanos.

Lo que comenzó como defensa puede volverse una prisión. Si nunca nos sentimos seguros para dejar de actuar, la persona se endurece. Y llegamos a la adultez sin saber cómo sentir, cómo expresarnos, cómo habitar nuestro ser real.

Pero la incomodidad de la máscara también es una señal. Nos habla de una verdad más profunda que busca salir.

Reconocer el trauma del desarrollo no se trata de culpar—se trata de tener compasión.

Cuando entendemos que la persona no es un fallo del ego, sino una respuesta sabia del cuerpo, podemos empezar a soltarla con cariño.
Respiración a respiración, volvemos a sentir.
Momento a momento, dejamos que nuestro ser verdadero regrese.

No vinimos a este mundo para vivir con miedo.
Vinimos para florecer.

"Sanar no es destruir la persona—es agradecerle y guiarla hacia un nuevo alineamiento con el alma."